Me acaricié el vientre y fui gato
el otro día.
Boris no fue sino otro gato recostado en la cama
lamiéndose.
Fuimos dos cuerpos distendidos y horizontalizados sobre las sábanas
casi lo mismo
(yo era ligeramente màs grade,
un gato obeso).
Ya no pude acariciarle la cabeza hasta el día siguiente.
La imagen de un gato (un gato solo, un gato siempre es solo) tocando a otro gato me parecía obscena.
Evitando el ridículo dejé de tocarme
y me eché a dormir boca abajo.
viernes, 9 de marzo de 2007
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